Me erotiza el otoño, el cuerpo de la mujer me parece más divino, mas sagrado, quiero fundirme más con él. Viviría todo el día abrazado, haciendo el amor. Y mi deseo, apenas satisfecho, se renueva más fuerte que antes, pienso en el deseo como en el comer, el beber y el dormir, en los que el deseo una vez satisfecho, se aplaca y desaparece. En cambio en Otoño quiero amar más, deseo desear más. La felicidad no la busco en la descarga de la tensión, sino en su aumento, en su constante incremento. El erotismo cotidiano es multiplicado por cien, por mil. Toda la vida esta erotizada. El cuerpo de la amada se convierte en un mundo que te acoge, en el que vives, se convierte en la fuente de alimento y todo lo que produce es maravilloso
Pero cada Otoño me ocurre lo mismo: «La Migración», como los pájaros, migrar, a la vendimia, pero migrar. Ver, oler, sentir, degustar jóvenes mostos para tener la esperanza de que cuando sean mayores se conviertan en excelentes vinos. Pero esta vez quiero ir volando, las piernas hace tiempo que las uso, me resulta aburrido eso de ir lento y nunca mejorar. Quiero probar algo nuevo, sentirme en el aire, respirar solo nubes y flotar. Creo que ahora si, todo tendría sentido, quiero cambiar mis piernas por dos alas, quiero volar como yo solo puedo imaginar. Recorreré todo el mundo y en el tiempo que quiero. No envidiaría nada de nadie porque ya tendría lo que quiero: mi vuelo. Algo que solo yo puedo hacer, pero necesito compañía: ¿quieres venir a soñar? » Sólo es un sueño, sólo una ilusión y los sueños, sueños son…..»
Volviendo a la realidad espero que en la carretera no me pare la guardia civil, y les dé por montar controles de alcoholemia, porque uno no solo degusta mostos, también degusta vinos hechos y derechos, no tengo ganas que me hagan soplar por el canuto, me quiten el prestigio, me sancionen con una multa y me arrebaten los puntos que no se quién coño me concedió. Pero, me quiten lo que me quiten, seguiré pregonando lo mismo ¡Viva el vino y las mujeres!, porque si me pillan y me hacen soplar por el canuto, me fusilan al amanecer y me convierten en un don nadie, seguiré creyendo que el Otoño me erotiza, y lanzaré el grito al cielo diciendo muy alto ¡Viva el vino y las mujeres!.
Para tal reina tal receta: “Crujiente de sésamo, con cigalas desnudas, brotes de espinacas y jugo de los corales con moscatel de Alejandría”
Pelar las cigalas, guardando la cola por una parte y por la otra las cáscaras y las cabezas. Rehogar con una nuez de mantequilla una chalota picada, añadir las cabezas y las cáscaras apretar bien para que suelten los jugos, al cabo de un momento añadir 1,5 Dl. de Viña Esmeralda, reducir a la mitad, cubrir con caldo de pescado o en su defecto agua, rectificar de sal, pimienta y nuez moscada. Reducir a la mitad. Pasar por un colador chino y ligar con una nuez de mantequilla.
Lavar las espinacas, en una sartén con una cucharada de aceite de oliva, añadir unos piñones y disponer las espinacas, saltear 2 minutos. salpimentar. En otra sartén dorar las cigalas ligeramente con un poco de aceite de oliva.
Montar el plato como en la foto, se puede sustituir el crujiente de sésamo por una galleta de arroz
Otoño por los primeros brotes de espinacas. Erótica por el desnudo de las cigalas. Mujer por el vino Moscatel de Alejandría
Erotismo en «Gozos y Sombras»